El calor intenso de las luces encendidas. La humedad de un sauna. Sabor a sal en los labios. Cuerpo deshidratado. Amor para llevar. El sonido del agua fría de una regadera cayendo sobre la piel. Un paso adelante y el mareo. Las escamosas manos del masajista que se sube a la cama para arrastrar sus brazos por la espalda. Publicare, del latín, como Canto Gregoriano transmitido por la radio.
Una niña espera su clase de música. Ya he olvidado su nombre. Es una lección que los padres compran al precio de un vaso de agua, ofrecido en su restaurante tapizado con adornos de The Beatles. Un panqueque sabor a naranja. La cafetería, con asientos acolchados, donde puede leerse en calma, sin calor, como Rey franco al que se le sirve una copa de vino.
Daños colaterales. Amigos que se van. Una canción en mi bemol mayor y una muchacha que recibe su anillo de compromiso. La familia que se extraña y la que no se tiene. Una decisión.
Junto al casillero, él se viste con jeans de mezclilla y una camisa café a cuadros. ¿Cómo irá su vida?, se pregunta ella desde lejos; pero no hay tiempo para adivinar. El tiempo ha llegado, Se enfoca el lente sobre un objeto como el mar (un pedazo de papel que brilla en tiras de colores jamás imaginados).
El futuro es un aro perdido entre la maleza humana; un piano junto a la pared y el ritmo del jazz desde una batería; una mesa y un puñado de escritores. El blog de un artista. La sombra de la vejez futura. La soledad que arde en el centro de la tierra.